18.5.12

Duermo. Algo leve me roza y consigue que el sueño me abandone poco a poco. Noto tus manos caminando por mi espalda, con pasos leves y silenciosos, tan suaves como la caricia de un niño. Voy saliendo de mi letargo despacio mientras escucho, y tus palabras y susurros junto a mi oído hacen que algo vibre y se agite entre mis muslos. Espero sin abrir los ojos a que tus manos encuentren poco a poco lo que buscan y lo que yo ahora deseo que descubran. Sé que no quieres despertarme con brusquedad, por lo que eres sumamente delicado, pero como me siento ya por completo despierta, me vuelvo hacia ti ofreciendo mi cuerpo desnudo a tus caricias.

Mis ojos se abren para mirarte aunque apenas te vislumbro con la poca luz que entra por las rendijas de la ventana. No lo necesito pues conozco cada parte de tu cuerpo como si fuera el mío, cada resquicio, cada curva, que ahora recorro con la punta de mis dedos. No lo necesito, pero me gusta mirarte.

Ahora son mis labios y mi lengua los que se deslizan por tu cuerpo: tus labios, tu cuello, tu cuerpo, tu sexo, saboreando cada centímetro de ti y deleitándome con tu sabor, mientras me invade el conocido aroma de tu piel. Nuestras miradas se cruzan y no hacen falta las palabras. Con ella te estoy pidiendo a gritos que me ames y que calmes el fuego que siento en mi interior.


Tu sexo en mi sexo. Tu pecho en mi pecho. Tus labios ahogando los gemidos que salen de los míos. Mis dedos clavados en tu espalda y mis piernas abrazándote. Siento que me invades por completo con tu cuerpo, que me llenas, me ocupas, me tomas y me abarcas. Y me das todo lo que eres y te doy todo lo que soy.

Con mis cinco sentidos completamente alerta, te oigo, te miro, te paladeo, de huelo y te siento.



No hay comentarios: