Soy de carne y besos, de besos y olvido, u olvido siempre recuerdo.
Soy pan y vino frente a un manjar que nadie ha de probar.
Soy la prueba viva de la inocente insolencia, la vergüenza ajena, nunca la propia.
Soy la desobediencia debida a la vida, soy en carne viva para todo, para nada y para siempre. Soy lo que debería ser y no fue, quizás porque lo que debería ser para mí nunca es.
Soy la llaga que se toca, que se pincha y que explota y sobre ella sin más ni menos alcohol puro.
El dolor visible, claro, la primera palabra, la última, la del silencio, la del confieso.
Soy la de la piel suave y sobacos de cinco pelos sin desodorante. La de vagina loca, la que acaba a gritos sinvergüenzas y sin vergüenza. La que querés callar pero no podés y que por todo eso te repugna y te excita.
Soy eso desprolijo que no querés pero deseás. Soy tu demasiado para ser real, y lo más real de todo.
Soy insensata, impertinente, calmamente desopilante, tristemente alegre, sin voz, ni vos y con voto. Despiadamente indiferente, asquerosamente sensible.
De lo más inútil con el martillo, aunque bien capaz de hacer agujeros y llenarlos.
Soy desquiciadamente simple…
Y si anoche lo encontraron con una herida mortal de luna llena en el pecho, sepan señoras y señores, no fui yo quien lo hizo, no me daría el cuero, mucho menos el firmamento.
Soy apenas una mujer de carne y besos, solo eso.
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